Si hay un libro que realmente idolatre mi compañera de blog es claramente El Padrino de Mario Puzo. Me atrevería a decir que es su libro favorito y no la culpo porque a mi también me enamoró hace tiempo la escritura del autor. Por ello, espero que disfrutéis como nosotras estos maravillosos fragmentos.
Todo
es personal, incluso el más simple y menos importante de los negocios. En la
vida de un hombre todo es personal. Hasta eso que llaman negocios es personal.
¿Sabes quién me enseñó eso? El Don. Mi padre. El Padrino. Si alguien perjudica
a un amigo suyo, el Don lo toma como una ofensa personal. […] Es ahí donde reside
su grandeza. El Gran Don. Para él todo es personal. Lo mismo que hace Dios.
Sabe todo lo que sucede, es dueño de las circunstancias. ¿No es así? ¿Y tú?
¿Sabes algo? A las personas que consideran los accidentes como insultos
personales, no les ocurren accidentes.
Me he dado cuenta tarde, pero al final lo he comprendido.
Por
aquel entonces, Vito Corleone desconocía el efecto de su sonrisa. Era ingenua a
fuerza de no querer ser amenazadora. Sonría como si se tratara de una broma que
sólo él era capaz de apreciar; pero como sólo lo hacía de aquella manera si se
tratara de asuntos de vida o muerte, cuando nadie estaba de bromas, aquella
sonrisa acabó por convertirse en algo siniestro para los demás.
Ninguno
de los otros jefes habló. Algunos fumaban, otros bebían, pero todos eran
hombres que sabían escuchar y que, sin excepción, se habían negado a aceptar
las leyes de la sociedad; eran hombres que no dejaban dominar por nadie. Y
nadie era capaz de dominarlos, a menos que ellos se lo permitiesen. Eran
hombres que, para mantener su independencia, llegaban al asesinato de ser
necesario. Sólo la muerte podía doblegar su voluntad. O la razón.
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